El Castillo de Calatrava la Nueva, ubicado en el municipio de Aldea del Rey, en la provincia de Ciudad Real, es una de las fortalezas más impresionantes de la Península Ibérica. Construido por la Orden de Calatrava en el siglo XIII, este castillo se erige como un símbolo de poder militar y religioso en la Edad Media, y fue fundamental en la defensa del Reino de Castilla. Además de su relevancia histórica, destaca por su impresionante tamaño y su estado de conservación, siendo uno de los castillos roqueros más significativos de Europa, y posiblemente del mundo.
El Castillo de Calatrava la Nueva se considera un castillo roquero, un tipo de fortaleza que aprovecha la topografía del terreno, construyendo directamente sobre la roca y utilizando la propia piedra del lugar como material de edificación. Esto no solo le otorgó una gran solidez estructural, sino que también permitió a los constructores adaptar la fortaleza a la difícil geografía de la montaña, ofreciendo una posición defensiva privilegiada.
El castillo está rodeado por cuatro murallas que, además de cumplir una función defensiva, delimitaban distintas zonas sociales. Estas murallas proporcionaban un sistema de defensa escalonado, dificultando el acceso a la fortaleza y protegiendo a los habitantes de posibles asedios. Entre la primera y la segunda muralla, se extendía un amplio poblado donde vivían los campesinos de la Orden. Entre la segunda y la tercera, se ubicaban los maestros artesanos, dedicados a diversos oficios que abastecían a la comunidad. La tercera muralla separaba la zona del clero, que incluía la Basílica del Convento, el cementerio y el claustro, y finalmente, la cuarta muralla defendía el propio castillo, donde se encontraba la caballería y los tesoros más valiosos de la Orden, incluyendo su biblioteca.
Una de las características más destacadas del Castillo de Calatrava la Nueva es su sistema de aljibes. La disponibilidad de agua era crucial para la supervivencia en la fortaleza, especialmente durante los asedios. Los aljibes, interconectados entre sí, permitían almacenar el agua de lluvia y mantenerla en condiciones óptimas para su uso. Los caballeros de la Orden de Calatrava desarrollaron una técnica de impermeabilización para evitar la filtración del agua a través de las paredes, asegurando que el recurso se conservase durante largos períodos de tiempo. Este ingenioso sistema demuestra el avanzado conocimiento técnico de la época y su importancia en la vida diaria del castillo.
La Calle de los Artesanos dentro del castillo era un lugar de intensa actividad económica y social. En esta calle, se encontraban diversas estancias con funciones específicas, algunas de las cuales se han identificado gracias a los restos arqueológicos hallados. Al inicio de la calle se encontraba el Molino de Sangre, un molino de tracción animal que era utilizado para moler cereales. A su lado, el Horno de Pan cumplía un doble propósito, pues no solo era utilizado para hornear, sino que también era un punto de reunión para los artesanos que vivían en esta zona. Frente al horno de pan, se encontraba el Horno de Cerámica, una estructura que en un principio se confundió con una fragua, pero las escaleras laterales y las marcas en la pared revelaron su verdadera función.
Además de estas estructuras, existen otras estancias cuya función aún es un misterio, ya que no se han encontrado suficientes restos que indiquen su propósito original. Sin embargo, la Calle de los Artesanos representa una ventana a la vida cotidiana de aquellos que habitaban el castillo, mostrando la importancia de la producción local y el trabajo manual en la economía de la Orden.
La iglesia del Castillo de Calatrava la Nueva, de origen cisterciense, es uno de los edificios más emblemáticos y mejor conservados de toda la fortaleza. Su construcción, de una notable belleza, combina varios estilos artísticos como el románico, el gótico y el mudéjar, reflejando la evolución arquitectónica de la época. Realizada en mampostería de piedra cuarcita y unida con argamasa de arena y cal, la iglesia presenta elementos únicos, como sus pilares, arcos y nervios de bóvedas de roca volcánica roja, un material que abunda en la región debido a su proximidad a una zona volcánica.
La planta de la iglesia tiene forma de basílica, con tres naves, siendo la central más ancha y alta que las laterales. En la nave izquierda se encuentran tres capillas y el relicario de la Orden, considerado uno de los más importantes de Europa en su tiempo. Cada capilla tiene un valor histórico único: en la primera se encuentra la tumba de D. Diego García de Castrillo; la segunda, conocida como la Capilla Dorada, está decorada con pan de oro y alberga los restos de D. Garci López de Padilla; y en la tercera descansaba García de Padilla.
La iglesia posee dos puertas: la principal, llamada Puerta de la Estrella, está adornada con un magnífico rosetón que representa los doce misterios de la Virgen en vidrieras. En el centro del rosetón se encuentra un alto relieve circular de los Reyes Católicos, quienes ordenaron su construcción. La segunda puerta, más discreta, conecta la iglesia con el claustro, creando un acceso directo al espacio de meditación y oración de los monjes caballeros.
El cementerio, conocido como el Campo de los Mártires, es un lugar cargado de simbolismo. En su interior se encontraba la capilla de la Virgen de los Mártires, patrona de la Orden de Calatrava. Junto a esta capilla, se cree que había otra destinada a albergar los restos de cinco maestres anteriores, quienes fueron considerados mártires de la Orden. Para honrar a los muertos, se trajo tierra desde Jerusalén para cubrir el cementerio, de manera que descansaran en tierra santa. Aunque hoy solo queda una lápida erosionada, la historia del lugar refleja la profunda espiritualidad de los monjes caballeros que lo habitaban.
El patio de armas es el primer punto de acceso al castillo, una gran explanada que servía para organizar las tropas y como espacio de entrenamiento. Desde aquí se puede acceder a la biblioteca a través de una escalera de caracol, y a otras partes del castillo por escaleras adicionales que ascienden por las murallas. Este espacio era fundamental en la vida militar de los caballeros calatravos, que, a diferencia de otros guerreros de la época, eran monjes caballeros, dedicados tanto a la batalla como a la vida espiritual. Inspirados en los Caballeros Templarios, los calatravos se caracterizaban por su doble vocación de guerreros y religiosos, lo que les confería una disciplina y un compromiso con la defensa de la fe cristiana.
La Sala Capitular, ubicada en el convento del castillo, era el lugar de reunión de los caballeros de la Orden para tomar decisiones importantes y deliberar sobre la vida en la fortaleza. En esta sala se encontraron los restos de seis calatravos, aunque se desconoce su identidad y el rol específico que desempeñaban. Las paredes de la sala aún conservan restos de una pintura mural que muestra una batalla entre calatravos y musulmanes, montados sobre caballos. Este mural es un testimonio visual de los enfrentamientos que marcaron la historia de la Reconquista y el papel crucial de la Orden de Calatrava en la defensa del Reino de Castilla.
Visitar el Castillo de Calatrava la Nueva es un viaje al pasado, una oportunidad para conocer de cerca la vida de los monjes caballeros y la importancia de esta fortaleza en la historia de la Edad Media. La conservación del castillo y sus múltiples rincones invitan a explorar su arquitectura y su historia, desde las robustas murallas hasta la belleza de la iglesia cisterciense y la solemnidad del Campo de los Mártires.
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Explorar el Castillo de Calatrava la Nueva no es solo un recorrido por la historia de la Orden de Calatrava, sino también una experiencia que conecta el presente con la esencia de una época llena de valentía, fe y arquitectura monumental.