En Almagro hay que empezar por su Plaza Mayor. De planta rectangular, muy alargada y de grandes dimensiones, dos de sus flancos están ocupados por vistosas galerías de madera de color verde que se apoyan en 85 columnas de piedra de orden toscano. Ahora las galerías están cerradas, a modo de mirador interminable, pero su función originaria, como en tantas otras plazas españolas, era la de servir de tribuna para poder contemplar los espectáculos que se desarrollaban en la plaza, ya fuera un auto sacramental o una corrida de toros.
En el tercer frente de la plaza se levanta el edificio del Ayuntamiento, que data del siglo XVI, con su gran balconada y la torre del Reloj. Calle por medio se encuentra la iglesia de San Agustín.
Bajo los soportales de la plaza, el Corral de Comedias, monumento nacional desde 1955, merece mención aparte. Asociado en su origen al conocido Mesón de la Plaza, conserva la estructura original de los teatros del siglo XVII: zaguán de entrada empedrado; el corral de tres flancos con doble galería de madera apoyada en 54 pilastras de madera con basas de piedra; la escena; los palcos laterales; protegidos por celosías para personajes de alto rango, y, frente al escenario, la cazuela – reservada a las mujeres, que no debían mezclarse con el público masculino -. Detenerse un rato en este recinto singular es rememorar las andanzas de Lope, el trajín de cómicos y cómicas, el alboroto de palcos y cazuela; las chanzas, los gritos y el verso de nuestro Siglo de Oro. En julio es el epicentro del Festival Internacional de Teatro Clásico, que se celebra en diversos edificios de Almagro y por un momento hace de La Mancha epicentro teatral.
En el otro costado de la plaza, al fondo del callejón del Villar, se encuentra el Museo del Encaje, y al fondo, en la inmediatez de la plaza, el Museo Nacional del Teatro, que ocupa lo que fuera palacio de los maestres de Calatrava.
El conjunto urbano de Almagro se organiza en grandes manzanas, sobre un callejero ordenado. Alterna arquitectura doméstica de raíz popular, de blancos muros y buena rejería en las ventanas, con los palacios y las casas nobles. Dos plantas es el tope de altura, a partir de las cuales sólo se elevan los templos de Dios. Un espacio notable es el llamado Barrio Noble. En estas calles encaladas aparecen notables muestras de arquitectura civil.
Salpicando el callejero de Almagro, cabe tropezarse también con el antiguo almacén de los Fúcares, que data del siglo XVI, con patio renacentista, hermoso zaguán y la escalera. Aquí se almacenaba el grano y el mercurio de las minas de Almadén.
La arquitectura religiosa se suma a este despliegue civil, magnífico en sus patios y portadas. Nada menos que 14 edificios, entre ermitas, iglesias y conventos, ofrece Almagro.
Ya no pesa el mercurio en la economía de Almagro, pero se han recuperado artesanías que parecían perdidas. Es el caso del encaje de bolillos, que dio fama a la ciudad manchega. Por ello merece la pena contemplar el Museo Municipal del Encaje y el visitante puede contemplar su ritmo endiablado visitando el Parador de Turismo, en el antiguo convento de Santa Catalina.
A 35 kilómetros de Valdepeñas.
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