Berreacabañeros

LA BERREA ROMPE EL SILENCIO OTOÑAL DEL PARQUE NACIONAL DE CABAÑEROS

Uno de los espectáculos más fascinantes que puede verse en algunos de los Parques Nacionales o Naturales con que cuenta España se produce en otoño. La llegada de esta época hace que las temperaturas refresquen, que lleguen la primeras lluvias, que los árboles pierdan su ropa de verano y empiecen a ver como caen sus hojas vistiendo los campos de colores ocres y anaranjados, que la humedad del suelo haga crecer las primeras setas, nacen las apetitosas castañas, los días empiezan a acortarse invadidos por la oscuridad de la noche…

Y es la época también en que los ciervos, u empiezan a gritar ‘a los cuatro vientos’ sus ganas de aparearse y perpetuar su estirpe. Es lo que se conoce como la berrea.  Se hallan en celo y llaman a las hembras y avisan a otros ciervos rivales de que ese su territorio. Un bramido que rompe el silencio de amaneceres y atardeceres provocando un espectáculo único en lugares como el Parque Nacional de Cabañeros, donde hemos decidido disfrutar unos días en un hotel de cuatro estrellas en Valdepeñas. Un silencio que no solo atraviesan los bramidos sino también el duro entrechocar de las cornamentas de aquellos que pelean por ser el más fuerte y hacerse con el favor de las hembras.

El ciervo, que también recibe el nombre de venado y es uno de los mamíferos de mayor tamaño existente en la Península Ibérica, abandona la soledad de los bosques para aparearse. Ha renovado su cornamenta, sin duda alguna su símbolo más característico, perdiendo la anterior (suelen hacerlo alrededor de los meses de marzo y abril) y mostrando ahora una cubierta por una especie de pelusa que irán eliminando al frotarla contra los troncos de los árboles. Preparan así la que será el arma con la que lucharán por convertirse en el campeón de las hembras. Estas se muestran indiferentes durante los duelos y solo terminan prestando atención, iniciando el ritual de apareamiento, cuando el más fuerte de los machos ha ganado la batalla y se ha convertido en el dominante.

El Parque Nacional de Cabañeros, cercano a nuestro alojamiento de vanguardia en Valdepeñas, es un lugar perfecto para contemplar este espectáculo único. Eso sí, se recomienda no acercarse demasiado a unos animales que son bastante esquivos con el hombre, pero que en momentos de excitación como estos pueden llegar a ser agresivos. Lo mejor es buscar un lugar alto y despejado desde donde contemplarlos, siendo muy interesante la utilización de unos prismáticos. Es importante ser paciente y no hacer ruido, ya que su fino oído podía alertarlos de una presencia no esperada y provocar que salgan huyendo.

Cabañeros, segundo Parque Nacional junto a las Tablas de Daimiel en la comunidad de Castilla La Mancha, a poco tiempo de nuestro hotel con spa para toda la familia en Valdepeñas, es un lugar de extraordinaria belleza, comparable, aunque con ciertos matices, con la sabana africana a pesar de la falta de grandes felinos (aunque poco a poco se va reintroduciendo el lince ibérico, volviendo al que fue su hogar durante mucha tiempo hace ya más de 50 años, y un espacio natural idóneo para que vivan estos animales. Además está declarado Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y que alberga especies en peligro de extinción como la cabra montesa, el águila imperial ibérica o el buitre negro.

Caminando por sus senderos podemos sentir como la magia del lugar y del momento nos va envolviendo, alcanzando su momento más álgido cuando escuchamos los primeros bramidos y el duro golpear de unas cornamentas contra otras. A lo lejos contemplamos la Raña del Peral y formando parte del horizonte los Montes de Toledo, con las siluetas de la Sierra del Chorito, el Puntal del Rostro y la Raña de Santiago.

Aparte de este espectáculo tan singular de la naturaleza que vuelve año tras año al Parque Natural de Cabañeros, Valdepeñas tiene un rico patrimonio histórico-cultural que ofrecernos, además de un historia que se remonta a tiempo de los íberos. De esta época, a pocos kilómetros de nuestro alojamiento con todos los servicios y comodidades en Valdepeñas, está el Cerro de las Cabezas.

Un opiddum (lugar elevado, una colina o meseta, cuyas defensas naturales se han visto reforzadas por la intervención del ser humano) de gran extensión rodeado por una muralla de unos 1.600 metros de longitud construida en torno al siglo V a. C., como parte de un complejo sistema defensivo en el que todavía se mantienen en pie parte de sus bastiones, torres y puertas. En la visita podemos contemplar edificios de carácter religioso, áreas de ocio y esparcimiento, almacenes, viviendas y una compleja red urbana de calles bien trazadas.

A las afueras de la ciudad está la estación de tren de Valdepeñas, que conserva todo el espíritu de las antiguas estaciones de mediados del siglo XX y que cuenta con la peculiaridad de que su fachada está pintada con los colores blanco y añil. Misma estática que tiene el centro neurálgico de localidad, a donde podemos llegar caminando desde nuestro hotel en el centro histórico de Valdepeñas, la Plaza de España. Aquí se ubican el Ayuntamiento y la iglesia de la Asunción, levantada sobre una antigua fortificación musulmana de los siglos XII y XIII y cuyo origen se remonta al siglo XV.

También merecen que nos acerquemos a conocerlos el Museo municipal, que alberga una interesante colección de arte contemporáneo fruto de la Exposición Internacional de Artes Plásticas que se celebra en la ciudad; el Museo del Vino, localizado en la antigua bodega de Leocadio Morales, datada en 1901 y que aún conserva la cueva con las tinajas donde maduraba el vino, que nos invita a hacer un recorrido por la evolución de la vinicultura a lo largo de la historia; el Museo de los Molinos, que hace un recorrido por la historia de esta característica construcción de La Mancha; el Museo de la Fundación Gregorio Prieto, que contiene más de tres mil obras de quien le da nombre y de otros pintores como Picasso, Vázquez Díaz…, así como dibujos originales de Federico García Lorca y Rafael Alberti; o el Molino de Gregorio Prieto, un gigante que guarda en su interior un pequeño museo de las tradiciones.

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