El Domingo de Ramos las calles de la localidad de Valdepeñas se llenarán de vecinos y visitantes para contemplar la procesión de Nuestro Padre Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. Y es que la Semana Santa de Valdepeñas tiene un encanto muy especial, por lo que es una buena alternativa de ocio y turismo para estos días que se acercan. La conocida como Ciudad del Vino tiene mucho que ofrecernos a lo largo de todo el año, pero su belleza adquiere una dimensión especial durante estos días de marcado carácter religioso y festivo.
Los afortunados que puedan disfrutar de toda una semana de vacaciones pueden elegir para su estancia un hotel de cuatro estrellas en Valdepeñas, y aprovechar para asistir a las procesiones del Domingo de Ramos, del Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado Santos y del Domingo de Resurrección. El lunes y el martes pueden ser dos jornadas perfectas para conocer el patrimonio histórico-artístico de la ciudad o algunos otros lugares de la provincia de Ciudad Real.
Las imágenes que procesionan el Domingo de Ramos, fecha en la que la Iglesia Católica conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un pollino mientras las gentes del lugar le daban la bienvenida con ramas de palma, son, como ya hemos comentado antes, Nuestro Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, una talla realizada en unos talleres de Gerona en 1947, y el Niño Jesús de La Soledad, talla de madera policromada de los talleres de Montesinos del siglo XVII.
El lunes y el martes tenemos dos alternativas. Tras haber descansado en nuestro hotel de cuatro estrellas con spa en Valdepeñas, podemos seguir con el turismo religioso y acercarnos a conocer los templos más importantes de la localidad, como la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XII y situada en la emblemática Plaza de España, con las fachadas de sus edificios pintadas de blanco y azul; la Iglesia de los Trinitarios, de estilo barroco clasicista y construida entre 1615 y 1632, formó parte del convento fundado en 1596 por Juan Bautista de la Concepción; y el Santo Cristo de la Misericordia, de 1611. También merecen una visita las ermitas de la Veracruz, actualmente un auditorio y declarada monumento histórico-artístico en 1891; de la Virgen de la Cabeza, construcción característica del siglo XVIII; de San José, de principios del siglo XVII y ejemplo de la transición renacimiento-barroco; y de San Marcos.
También, fuera del ámbito religioso, podemos pasear por las calles de esta acogedora localidad manchega para degustar el encanto de su ruta de las esculturas, que podemos dividir en tres recorridos diferenciados: uno que hace referencia la figura de Don Quijote de la Mancha, ilustre personaje nacido de la pluma de Miguel de Cervantes; la de los momentos de la historia que han modelado el presente de Valdepeñas y sus habitantes; o la de los valdepeñeros ilustres.
También son interesantes el Museo Municipal, ubicado en una casa solariega del siglo XVI, que cuenta, entre otros, con una interesante muestra de arte contemporáneo y un espacio expositivo con objetos encontrados en las excavaciones arqueológicas del Cerro de las Cabezas acercándonos de manera didáctica a la cultura y tradiciones de los íberos; el Museo del Vino, levantado sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, fechada en 1901 y donde podemos conocer la evolución de las prácticas culturales de la vid y la elaboración de los caldos; o el Museo de los Molinos de Gregorio Prieto, considerado el molino de viento más grande del mundo, convertido hoy en un museo de las tradiciones.
Otras posibilidades son darnos un largo paseo por algunos de los Parques Nacionales con que cuenta Castilla La Mancha, en concreto los de Cabañeros o Las Tablas de Daimiel o el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera; acercarnos a descubrir localidades tan singulares como Almagro y su famoso corral de comedias, La Solana y su interesante patrimonio religioso, Villanueva de los Infantes, con uno de los conjuntos monumentales más rotundos de La Mancha, o San Carlos del Valle, con su hermosa Plaza Mayor y la cúpula de su iglesia que, salvando las distancias, nos recuerda a la catedral de San Pedro del Vaticano; o viajar a los albores de la Península Ibérica a través del poblado íbero del Cerro de las Cabezas o a la Edad del Bronce en el yacimiento de la Motilla del Azuer.
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