-Fue sueño ayer, mañana será tierra // ¡Poco antes nada, y poco después humo! // ¡Y destino ambiciones, y presumo // apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra, // en mi defensa, soy peligro sumo, // y mientras con mis armas me consumo, // menos me hospeda el cuerpo que me entierra
Ya no es ayer, mañana no ha llegado; // hoy pasa y es y fue, con movimiento // que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento // que a jornal de mi pena y mi cuidado // cavan en mi vivir mi monumento-.
Con este poema de uno de los más grandes escritores del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, arrancamos nuestro paseo de estas dos próximas semanas por tierras de Castilla La Mancha. ¿La razón para este comienzo? Que vamos a visitar, desplazándonos desde nuestro hotel de cuatro estrellas en Valdepeñas, la localidad de Villanueva de los Infantes. Allí, en el convento de Santo Domingo, que aún sigue en pie, pasó sus últimos días el ilustre poeta, muriendo en una de sus celdas, que puede ser visitada, el 8 de septiembre de 1645. Aunque pidió ser enterrado en la iglesia de Santo Domingo el Real de Madrid, hoy sus restos (los fémures derecho e izquierdo, el húmero derecho, la clavícula derecha y seis vértebras) descansan, dentro de una forja artesanal, en una capilla de la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol.
Situada en la imponente Plaza Mayor de la localidad manchega a la que nos habremos desplazado desde nuestro hotel de vanguardia en Valdepeñas, la iglesia, de estilo manierista, fue levantada en el siglo XVI (aunque el comienzo de las obras fuera en 1498) sobre la antigua ermita de La Moraleja, que se había hundido dos años antes. El edificio es de planta de cruz latina, con tramos cubiertos por bóvedas de crucería. Quizás lo más destacado sean sus tres portadas, dos de estilo plateresco y una, la principal, clasicista.
En el interior se conjugan los estilos gótico y renacentista. Interesantes son sus capillas laterales: una que perteneció a los Caballeros de la Orden de Santiago (1593); la capilla funeraria de los Bustos, la más antigua y donde estuvo enterrado Quevedo durante 150 años hasta que sus restos fueron trasladados a una fosa común dentro de la misma iglesia; la capilla de Santo Tomás (1668) y la Capilla del Santísimo (1670). La torre, de la segunda mitad del siglo XVII, está dividida en cuatro cuerpos decrecientes y tuvo que ser reconstruida tras un incendio en 1683. En 1955 se descubrió una interesante cripta, datada en 1646, en honor de Santo Tomás que cuenta con un púlpito, bello ejemplo de estilo plateresco, cubierto de relieves en sus cuatro caras.
El lugar donde está ubicada la iglesia, la Plaza Mayor, es de estilo neoclásico y fue construida durante el siglo XV. De planta casi rectangular alberga también el edificio del Ayuntamiento, que cuenta con una larga línea de soportales en arquería. Existen también dos edificios simétricos que destacan por contar con balcones corridos de madera a lo largo de toda la fachada. Esas balconadas servían para que las autoridades y la principales familias de la villa pudieran presenciar los festejos que se celebraban en este espacio público. Considerada como una de las mas bellas de Castilla-La Mancha y lugar alrededor del que gira la vida de la ciudad desde el siglo XVII, está considerada Conjunto Histórico Artístico desde 1960.
Su vinculación con la más universal obra de la literatura española, el Quijote de Miguel de Cervantes, parece ser incuestionable, una vez que un estudio de la Universidad Complutense de Madrid determinó que el -lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme- no es otro que Villanueva de los Infantes, localidad situada a menos de media hora de nuestro hotel con spa en Valdepeñas. En la Plaza Mayor encontramos cuatro esculturas, obra del escultor local Juan Antonio Giraldo, que representan a Alonso Quijano y Sancho Panza, acompañados por Rocinante y el rucio sobre el que viaja su fiel escudero. En la calle Cervantes se halla la Casa del caballero del Verde Gabán, en la que parece ser se inspiró Cervantes para describir la morada de don Diego de Miranda, que aparece en la segunda parte de la novela.
Villanueva, de la que disfrutaremos tras descansar y relajarnos en nuestro alojamiento en el centro de Valdepeñas, tiene una estrecha vinculación con el Siglo de Oro y por sus calles pasearon, además de Quevedo y Cervantes, escritores como Jiménez Patón o Lope de Vega, quien dijo de la villa -llámese Villanueva de las musas, y no de los Infantes Villanueva-. De su corral de comedias, donde se representaron muchas de las grandes obras de aquel tiempo, solo se conserva parte del dintel en la portada de la casa que hace rincón en la plazuela del doctor Alberdi, enfrente de la Casa del Arco.
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